No puedo vivir sin ti
- 11
- February
- 2013
Sin ti no soy nada, no puedo vivir sin ti… y un largo etcétera de frases poéticas acude cada día a nuestros oídos. Reconozco que son frases bonitas y que suenan bien. Si alguien nos las dijera nos sentiríamos halagados e importantes.
Aparte de esto, hay un fondo un poco más serio. Estos mensajes dan a entender otros que no son tan saludables como parecen y que se van transmitiendo a lo largo del tiempo y de las generaciones. Son sutiles mensajes de dependencia que nos hacen pensar que sólo seremos felices si tenemos a una persona a nuestro lado que nos quiera y que suspire por nosotros las veinticuatro horas del día. Lo más seguro es que pensemos que somos lo suficientemente inteligentes para darnos cuenta de que no es algo real y que no hay que tomarse al pie de la letra todo lo que oímos.
Bien, ahora pensemos de otro modo. ¿Quién no cree que necesite a su pareja todos los días de su vida y si no se moriría? Esto es lo que ostenta este tipo de letras. La dependencia de los demás. ¿Qué es lo que ocurre entonces con quienes no tienen pareja? ¿Son infelices? ¿Son felices todas las personas que tienen pareja? La verdad es que no hay ninguna pregunta que tenga una respuesta única, exacta y verdadera. Unos sí y otros no.
No podemos delegar una responsabilidad que es nuestra en los demás. ¿Qué derecho tenemos a asignarles la tarea de hacernos felices? Es algo totalmente injusto. Si nos ponemos en el lado de la pareja y sentimos esa obligación de hacer feliz al otro, nos da vértigo. No es algo que dependa de nosotros. Sólo contribuye a presionarnos y sentir que caminamos sobre una cuerda floja sin red debajo.
Somos nosotros mismos los que nos damos la felicidad o nos la quitamos. Evidentemente, somos seres emocionales y determinados acontecimientos nos producen una alegría inmensa o una tristeza infinita. Esto es lo normal. Lo contrario sería problemático, el no sentir. Debemos conocer cuál es la causa de nuestras emociones y, ésta es, la interpretación que hacemos de lo que vivimos o de lo que nos sucede. Una interpretación adecuada de los acontecimientos es lo que nos permite vivir a gusto con nosotros mismos. Ver que somos personas independientes, capaces de arreglárnoslas solos es lo que, de verdad, nos hace estar bien.
Sentirnos seguros de nosotros mismos sería la premisa de la que deberíamos partir para estar junto a otra persona. Las relaciones no se basan en dependencias. Al menos, esa no es la razón por la que deberíamos tener una pareja. La verdadera razón es el compartir. Querer hacer partícipe al otro de nuestra felicidad. Dar lo mejor de nosotros. Si queremos a alguien tanto como para morirnos, ¿por qué no íbamos a desearle lo mejor? Si una persona recibe lo bueno de nosotros también se esforzará por darnos lo mejor de sí misma.
Otra de las características de estas letras de canciones es el efecto que produce en las personas más frágiles, los adolescentes. Ese conjunto de hormonas revolucionadas y a punto de estallar. Los adolescentes están en un estado continuo de hipersensibilidad. Todo lo que viven les afecta en unas dimensiones muy por encima de lo normal. Todo es decisivo para ellos. Así que, si constantemente reciben este tipo de mensajes, acabarán reafirmando su idea de que necesitan una pareja y unos amigos que no les abandonen nunca. A esa edad están formando su identidad y ésta se limita prácticamente a su entorno de amistades y pareja. De ahí todas las promesas que se hacen de amistad y amor eternos. Unido a las canciones de los grandes ídolos tenemos la fórmula magistral. No es la primera vez que una chica o un chico amenaza con suicidarse, si su pareja le deja, porque es lo más importante de su vida.
Si en los adolescentes vemos tan claro que esto no es así, ¿por qué no somos capaces de aplicárnoslo a nosotros mismos? ¿Nos consideramos más maduros y pensamos que nuestra vida es más importante que la suya?
Con la edad nuestras emociones se estabilizan pero sigue quedando esa idea grabada en lo más profundo de nuestra mente. Por eso, la explicación se reduce al miedo a la soledad. Pensar que la vida es larga y vivirla sin compartir es duro. Pero si, realmente, estamos satisfechos con lo que somos y tenemos, no necesitaremos a nadie en quien depositar nuestras inseguridades y el miedo a la soledad. De hecho, será mucho más fácil encontrar a alguien con quien recorrer un largo camino y compartir todo lo bueno que tenemos para dar.
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