El momento presente y la ansiedad generalizada
- 20
- November
- 2013
Nuestra sociedad actual se caracteriza, entre otras cosas, por la sobreinformación. Podemos acceder a cualquier dato en cualquier momento y por eso conocemos lugares, costumbres, culturas, etc. de lo más variopintas. El conocimiento se retroalimenta con más conocimiento y nuestras ansias de saber más crecen cada día.
Nos gusta soñar y nos gusta evadirnos del presente a otros momentos que nos dicen que vamos a disfrutar mucho más. Esto hace que nos cueste centrarnos en el día a día porque constantemente estamos proyectando nuevos planes. Nuestra mente vive en un momento que no ha llegado aún en un intento de escapar de la rutina.
Además, unido a la sobreinformación, se encuentra la sobreestimulación que nos rodea. Constantemente surgen nuevos productos que prometen ser una revolución y que, si nos los perdemos, quedaremos atrás o nos perderemos lo mejor de los últimos tiempos. Así, entramos en una dinámica de querer probarlo todo y de sacrificarnos para comprarnos lo más nuevo y poder presumir de lo que vivimos y lo que experimentamos o cómo se decía antes “poder contárselo a nuestros nietos”.
Creemos que nuestra satisfacción personal depende de la cantidad de cosas que hagamos o que probemos y que eso también nos convertirá en mejores personas por acumular la mayor cantidad de experiencias posibles al cabo de nuestra vida. Sin embargo, se trata de una verdad a medias.
La experiencia nos hace aprender siempre que sepamos hacerlo, siempre que seamos conscientes de lo que estamos viviendo y reflexionemos sobre ello. Podemos estar físicamente en un momento dado, actuar, ver y sentir y, a la vez, nuestros pensamientos pueden estar estancados en otras alternativas que no pudimos elegir. Es necesario que haya un proceso de aprendizaje para asimilar lo que queremos que perdure como experiencia si no, será un acto semejante a mirar por la ventana.
El Carpe Diem se ha convertido en una obsesión y vivir el momento presente se ha transformado en tener prisa por vivir. Pensamos que con lo que hacemos a diario estamos perdiendo el tiempo o que tendríamos que hacer algo más productivo con nuestra vida. Y a la vez, nos agobiamos porque nos damos cuenta de que no tenemos suficiente tiempo para hacer todo lo que queremos.
Eso nos sumerge en un estado de ansiedad que no nos permite disfrutar de forma plena por no ser capaces de deshacernos de las otras alternativas. Nos cuesta elegir y tratamos de evitarlo y, con ello, lo que conseguimos es que la ansiedad se afiance. Nos autoconvencemos de que seremos capaces de conseguir llevar a cabo todo lo que pretendemos y es entonces cuando nuestra cabeza deja de centrarse en el presente para comenzar a pensar en el futuro.
Debemos aprender a establecer prioridades y saber qué es lo que nos interesa de verdad para poder elegir adecuadamente. Realizar actividades o probar nuevas sensaciones que ya no recordaremos al día siguiente por estar demasiado ocupados en lo siguiente que va a venir nos va a crear una sensación de insatisfacción continua que derivará en una ansiedad generalizada. No nos la podremos quitar de encima a menos que reconectemos con el momento presente y comencemos a tomar decisiones.
Y tomar decisiones, siempre conlleva renunciar a algo.
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Yo he tenido y tengo Trastorno de ansiedad generalizado.
Cuando no puedo controlarlo, se convierte en ataques
de pánico. Se pasa fatal, intento respirar y al rato pasa, pero cuando por sorpresa me ataca ya
el pánico es casi imposible controlarlo.
Así que tengo que estar alerta al mínimo indicio de ansiedad.
Solo así lo puedo controlar. Evidentemente, cuando no puedo hacer ya nada por evitarlo,
intento serenarme y respirar.
No sé si mi comentario puede ayudar, pero lo más importante
es hacer respiraciones al menos una vez al día. Y que no nos pueda la maldita ansiedad.
En lo que se refiere a comportamiento, el rasgo más característico es la evitación de situaciones que puedan generar ansiedad.
De allí que es preferible utilizarlos en el tratamiento a largo plazo de la Ansiedad.