Las preocupaciones de la Navidad y del fin de año
- 17
- December
- 2014
Llegan los últimos días del año y nos sentimos cansados, como al final de una larga carrera que estamos a punto de terminar. Tenemos acumulado estrés y las preocupaciones de todo el año y, también, tenemos muchos propósitos que estamos deseando poner en marcha pero que vamos posponiendo pensando que con el comienzo del año tendremos más fuerzas.
Experimentamos sentimientos contradictorios, por un lado nos sentimos agobiados porque hay muchas cosas que tenemos que hacer en esta última parte del año pero, también, nos sentimos esperanzados porque creemos que algo bueno nos depara el futuro. Por muy abatidos que nos encontremos un rayo de esperanza nos alcanza al pensar en el cambio de año.
Es muy común, no obstante, sentir ansiedad que se corresponde con una especie de cuenta atrás. En estas fechas surgen muchos compromisos y tenemos que hacer un hueco para compras y preparativos, además de nuestras responsabilidades diarias como el trabajo, la familia, la casa, etc.
Para que no se nos eche el tiempo encima y seamos capaces de tener unas fechas tranquilas, tanto con nosotros mismos como con quienes nos rodean, lo mejor es planificarse. La gran mayoría de las ocasiones nuestro estrés se forma porque las preocupaciones se amontonan y pensamos en ellas como una suma enrevesada de problemas que crece como una bola de nieve.
Lo primero, es separar las tareas y las responsabilidades de una en una para tener una visión más objetiva. Para ello, empezaremos por hacer un listado de todo lo que tenemos que hacer diferenciando lo que nos falta y lo que ya tenemos. De esta manera descartaremos unas cuantas preocupaciones que ocupan sitio en nuestra cabeza pero, en realidad, no tienen por qué agobiarnos.
A continuación, debemos establecer un orden de prioridad en las tareas, encargos, citas, etc. que nos quedan por organizar. Por lo general, lo más prioritario suele ser lo que es más próximo en el tiempo y, en condiciones de igualdad de fecha, nos decantaremos por la importancia de la tarea o del ámbito de nuestra vida a la que afecta o por la dificultad y la rapidez con la que se puede solventar.
Y, por último, distinguiremos lo que nosotros podemos controlar de lo que no. Algunas cosas no se pueden modificar porque es cuestión de que pase el tiempo y llegue un determinado momento. En otras ocasiones sí podemos intervenir en la situación y tomar decisiones al respecto.
En los casos en los que no podemos controlar la situación se generan preocupaciones relacionadas con la incertidumbre. El hecho de no poder cambiar el rumbo de los acontecimientos si no es por el paso del tiempo hace que no veamos un resultado claro hasta que no llegue ese momento. Hasta que ocurre pasamos mucho tiempo fantaseando cómo será o qué tendremos que hacer cuando llegue. Pero, al imaginar, también nos crea impaciencia por el hecho de no saber si será como nos lo imaginamos o si será mejor o peor. La incertidumbre es lo que nos llega a angustiar porque tenemos miedo de que las cosas no salgan como esperamos y comenzamos a imaginar un desenlace negativo. Por ejemplo, ante una cena familiar. Podemos tenerlo todo preparado pero hasta que no llegue el momento no vamos a saber cómo resultará. Una de las preocupaciones es que todos estén a gusto y disfruten de la comida y de la compañía. En cambio, esas mismas preocupaciones, a veces, nos llevan a imaginar que no les va a gustar la comida, que se van a quejar, que comenzarán a discutir, que puede resultar un desastre, etc. Según hasta dónde dejemos volar nuestra imaginación así de catastrófico puede ser el evento.
Por tanto, para sobrevivir a las fiestas de navidad lo mejor que podemos hacer es preparar y planificar con antelación aquello que está en nuestra mano y, el resto, dejarlo de lado. Todos esos elementos que nos agobian y no podemos controlar son parte de la incertidumbre y pueden llegar a ocupar la mayor parte de nuestras preocupaciones, miedos y ansiedades. Si prescindimos de ello podemos centrarnos en disfrutar y pensar con más claridad para enfrentarnos a posibles imprevistos.
¡FELICES FIESTAS!
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